martes, 13 de diciembre de 2016

De Bergen, Noruega

Y mi decisión de volver a mi país



No fue solamente un motivo el que me llevó a armar mis valijas. Creo que la mayoría de las veces hay una serie de causas que anteceden a una resolución de tal magnitud. Tal vez, es nada más que una la que dispara la decisión; por tener mayor peso o por ser la última –vaya uno a saber-. Pero siempre hay una larga lista la que nos lleva a la determinación final. Y, si bien podría enumerar mis mil y un motivos o la gotita que desató la tormenta en mi vaso, prefiero transmitirles lo que sucedió en esencia. Para historia y cronología ya están los libros y a mí me gusta más la idea de poder reflejar lo que sentí y lo que siento hoy en relación a los hechos en cuestión.
Que si me arrepentí en algún momento… Me lo preguntaron muchas veces. No sé si valga la aclaración pero, tal vez por mi personalidad -que se yo-, raramente me arrepiento después de haber tomado una decisión. Siempre trato de dar lo mejor de mí y hacer todo lo que esté a mi alcance; y mi experiencia en Noruega no fue la excepción.
Me adapté a una cultura muy diferente a la mía y aprendí a quererla y a respetarla. A vivir en un clima opuesto y a pasar de la luz eterna a una oscuridad "endiablada". A las noches interminables que duraban desde las 3 de la tarde hasta las 11 de la mañana.
Me acostumbré al cielo gris y a la lluvia helada casi diaria. A cenar a la hora de la merienda y demorar tres días en terminar con toda la preparación para poder comerme una "bendita empanada".
Prescindí de lo que jamás pensé que me faltaría, comí pescado en el desayuno y me olvidé por un largo rato de los almuerzos familiares del domingo que incluían asado o pasta.
Me acoplé a cumplir años en invierno y a ver a mis seres queridos en una pantalla.
Fortalecí significativamente mi independencia y tuve que hacer uso y abuso de mi autosuficiencia. Llegué a naturalizar "el dar la mano" para saludar a una persona y trabajé en tierras extrañas.
Logré hablar en un idioma que la primera vez que lo escuché me sonaba a chino mandarín y algunas palabras escritas me parecían imposibles de pronunciarlas.
Dejé ir algunas amistades que durante años parecieron verdaderas y terminaron siendo una fachada. Asimismo, construí vínculos de inmenso cariño con gente extraordinaria a la que no dejo de recordar y llevo siempre en mi corazón, a pesar de la distancia.
Descubrí cualidades en mí que ni yo sabía que las tenía y, sin embargo, ahí estaban. Listas para lidiar, entre otras cosas, con lo que algunos conocemos como "añoranza".
Tuve momentos de crisis pero, después de la tormenta -como suele ocurrir a menudo-, llegó la calma. Podrá sonarles cursi, pero hubo veces en las que me sentí sola y vacía aunque estuviera acompañada.
Hice amigos entrañables que fueron como una bocanada de aire fresco en medio de tanta nostalgia. Recibí abrazos reconfortantes y oportunos de personas que el haberlas conocido solo me hace sentir afortunada. Y también -para qué voy a negarlo- me ligué alguna que otra "bofetada" O_o.
Me "atacó" una gripe espantosa que me tiró 15 días a la cama. Me curé la tos con té con limón y miel y unos caramelos de menta me ayudaron a recuperar mi voz y a calmar el dolor de garganta. No me quisieron dar antibióticos (solo ibuprofeno para bajar la fiebre) y los remedios que me recetaron me hacían sentir mareada y me provocaban náuseas… Lástima que leí las contraindicaciones al cabo de una semana... Como podrán suponer, con la medicina noruega no quedé precisamente encantada.
Comí frutos silvestres y nadé en aguas extremadamente frías, llenas de patos y de algas. Recordé a Willy y a Bambi al probar ballena y reno y me sentí culpable y malvada. Llegué a llamar soleados a aquellos días donde las nubes dejaban ver apenas un pedacito azul del cielo y celebré la semana de pascua comiendo naranjas.
Recorrí bosques "de cuentos", hice senderismo, conocí monumentos históricos, visité museos y me enamoré tanto de iglesias remotas como de ciudades lejanas.
Me hice "raspeballer fun", la mayoría de mis comidas contenían papas y la carne argentina se convirtió en mi sueño recurrente porque las vaquitas noruegas son muy lindas pero de ricas no tienen nada.
Me sentí realizada cuando descubrí una página de Internet para hacer pedidos de yerba, dulce de leche, dulce demembrillo y dulce de batata.
Bailé en la nieve, me arrojé de las piedras al mar, navegué los fiordos y entablé conversaciones con personas extrañas. Festejé un gol de Argentina, abrazando a un noruego en un bar, con quien acababa de cruzar apenas unas pocas palabras. Recuerdo que me dijo que era fanático de Argentina porque era la hinchada que más se sentía en la cancha; y adoraba como cantaban, y cantaban.
Escalé montañas y no se imaginan ¡cuánto tonifiqué mis nalgas! ;)
Unos pequeños querubines, dulcemente ¡me llamaron mamma!
Lloré hasta ahogarme y sentí que se me iba a desgarrar el alma… Pero también me reí a carcajadas -así como cuando queda la mandíbula acalambrada y agarra dolor de panza-.
Me caí, me paré, volví a tropezarme y a levantarme; y así sucesivamente, todas -ni más ni menos- las veces que fueron necesarias.
Alguna que otra vez me tragué mis propias lágrimas…
Me volví tan fuerte que, sin darme cuenta ¡cargué demasiado peso sobre mi pobre espalda! Y llegó un día en el que me sentí cansada…
Di lo más y lo mejor que pude. Viví todos y cada uno de los momentos con plenitud e intensidad; así como soy yo: conservando mi pasión, mi dignidad y mis valores; realmente, a todo, le puse "corazón y garra".
Cuando uno entrega su máximo, no hay lugar para los remordimientos. Por eso, no me arrepiento de nada. El haberme ido, el haber vuelto y todo lo que quedó en el medio lo atesoro como experiencias ganadas.
¿Qué más podría decirles de Bergen, Noruega y mi decisión de volver a mi país? El hecho de empacar mis ocho maletas y subirme a un avión -que, a propósito, por la fecha, hizo más de una escala- podría ser definido como un recorrido de norte a sur o como toda una aventura que, sumada a mis párrafos anteriores en rima, honestamente, no podría estar mejor representada que a través de esta canción de Frank Sinatra.

(video extraído de youtube)

Yes, it was my way...! 

Muchos cariños ♥


¡NOS VEMOS!

Aymará;